Presencia viva del Venerable Mariano a siglo y medio de su llegada a Chile

Este 2023 marca un hito de importancia excepcional en la memoria del Venerable P. Mariano Avellana, misionero claretiano en camino franco a los altares.

Porque se cumplen 150 años desde que arribó a Chile el que sería apodado por su pueblo el Santo Padre Mariano, el Apóstol de los enfermos o el Mayor misionero que conociera el país en el último tercio del siglo XIX.

Aniversario tan significativo se cumplirá en una fecha cuya sola mención conmociona a buena parte de la población chilena: el 11 de septiembre.

Simple coincidencia o factor numerológico significativo para quienes así lo creen, el hoy Venerable P. Mariano llegó al país más largo y angosto de Sudamérica el 11 de septiembre de 1873. Y un siglo después, el 11 de septiembre de 1973, un sangriento golpe militar apoyado por la oligarquía nacional derrocaba a un gobierno izquierdista de características singulares, e iniciaba una dictadura de crueldad insólita y consecuencias que perduran 50 años después.

Suele decirse que con Mariano Avellana pasó Dios por tierra chilena, en un viaje que duraría 30 años y cubriría de bendiciones, consuelo y esperanzas sobre todo a los enfermos, los presos y los sectores más abandonados; en un país joven que emergía entre grandes contradicciones e injusticias. Y cien años después, el golpe troncharía por la fuerza de las armas un proyecto de profundas reformas, que en medio de grandes controversias y polarizaciones seguía buscando reivindicar a los grupos más pobres y sufrientes.

Celebrar o meditar en profundidad

Hoy por hoy, la sola mención “11 de septiembre” sigue dividiendo a los chilenos, sobre todo a quienes sobrevivieron a detenciones, confinamientos, torturas, asesinatos, exilios, o vieron desaparecer a familiares hasta hoy no encontrados.

Con tamaño fundamento habrán de realizarse diversas recordaciones y encuentros, en medio de controversias de las que pueden emerger tanto positivos “¡nunca más!” como sentimientos de venganza o revanchas que pueden ahondar discordias nunca superadas.

La familia claretiana, por su parte, se prepara para armar en los próximos meses un programa de celebraciones en que sea posible resaltar la figura del Venerable, recoger el valor de su ejemplo asombroso en la entrega sin descanso al servicio de los necesitados, y el paradigma de cómo ser misioneros a su estilo en la construcción del reino de Dios: en la búsqueda de la justicia, la solidaridad y la fraternidad, como bases de una paz que el país necesita con urgencia.

Las consecuencias que sea posible extraer de la celebración del bendito paso de Mariano Avellana por el confín de América pueden dar un sentido positivo y distinto al “¡nunca más!” que el país busca asentar sobre bases seguras, para que los crímenes que lo ensangrentaron hace cincuenta años lleguen de verdad a no repetirse.

Las celebraciones pueden, a la vez, fortalecer el trabajo por la Causa de canonización del Venerable, que, si bien está completa y aprobada por la autoridad suprema de la Iglesia, debiera ser coronada por la beatificación del misionero que entregó los mejores 30 años de su vida a la evangelización de Chile; hasta morir en medio de la última de sus centenares de misiones.

Para hacer posible su beatificación falta sólo el milagro que se exige para efectuarla. El que sólo ocurrirá cuando al Señor se digne realizarlo por su intercesión, talvez en algún caso de grave enfermedad o accidente. Pero es necesario como previo que la familia claretiana incentive a que en tales casos se invoque su intercesión en forma familiar, comunitaria o en cadena de oraciones, implorando una sanación milagrosa inexplicable por la ciencia médica.

Tal es el trabajo que la familia claretiana religiosa y laical está llamada a realizar en este 2023; cuando corresponde celebrar 150 años desde que Mariano Avellana pisó tierra chilena como una de las grandes bendiciones que el Señor ha otorgado a la América morena.

 

Alfredo Barahona Zuleta

Vicepostulador, Causa Venerable P. Mariano Avellana, cmf

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