Ordenación presbiteral de Gabriel Mansito y primera misa en capilla Jesús Misericordioso

La Parroquia San Juan Bautista de la ciudad de Lambaré, Paraguay, se vistió de fiesta para celebrar la ordenación presbiteral del joven misionero Gabriel Mansito, quien recibió este sacramento de manos del Mons. Juan José Chaparro CMF. El acontecimiento tuvo lugar el 6 de abril, fecha que congregó a hermanos misioneros, amigos y familiares de diversas comunidades donde Gabriel había cultivado su vocación y profundizado su llamado.

La celebración, que inició a las 19 horas, irradiaba un ambiente festivo, acentuado por la presencia de familiares y compañeros de vida de Gabriel, quienes brindaron un cálido clima de cariño y emoción. Tras la culminación de los ritos, el padre Gabriel expresó su gratitud hacia sus padres y familiares por acompañarlo y alentarlo a lo largo de su vida, especialmente en el camino de discernimiento y oración. Asimismo, agradeció a sus hermanos misioneros Claretianos, con quienes comparte la vida en comunidad, así como a los laicos y consagrados con quienes comparte sus labores apostólicas en la comunidad de El Tambo y el colegio Corazón de María en Córdoba. Enfatizó que este ministerio es un servicio para acompañar al Pueblo de Dios y manifestó su deseo de estar entre todos como “uno más”.

Tras la Eucaristía, se compartió un ágape fraterno en el tinglado de la parroquia, con asado, baile y buena música. Al día siguiente, domingo 7 de abril, por la mañana, el padre Gabriel celebró su primera Eucaristía en la comunidad de Jesús Misericordioso, un grupo que lleva a cabo su misión en una zona vulnerable del radio parroquial, demostrando una admirable vitalidad y entusiasmo. Gabriel reiteró el valor de la familia y la comunidad, especialmente en esta comunidad de Jesús Misericordioso, que lo vio crecer y dar sus primeros pasos como animador, y que siempre lo motivó a servir de cerca a los jóvenes y a los pobres.

La jornada culminó con la compartición de una mesa dulce, invitando a cada persona a descubrir la llamada que Dios le dirige, reconociendo que, si bien el camino presenta desafíos, también nos colma de plenitud y felicidad.

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